«Kooza», o la historia de cómo los sueños pueden hacerse realidad

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Era media tarde. En el exterior había comenzado a chispear. El techo de la carpa se alzaba veinte metros sobre el escenario aún vacío. Las gradas del circo estaban llenas de familias con sus hijos, parejas y algún que otro expedicionario en solitario. Alguien cerró las cortinas a mi espalda. Me quité la chaqueta. Entonces, una melodía de arabescas resonancias comenzó a serpentear entre las gradas. Las luces rojas, moradas y amarillas fueron perdiendo intensidad hasta reducirse a una tenue insinuación cromática de intriga y de misterio. Ya no había murmullos. El público guardó silencio. Los focos alumbraron a un chico solitario que vestía un pijama con rayas grises, negras y blancas y un gorro de los mismos colores. Llevaba una cometa decrépita entre las manos que de pronto lanzó al suelo. Echó a correr alrededor de la platea intentando hacerla volar. Una, dos, tres veces, siempre en vano. Entonces agachó la cabeza y se rindió. Un repartidor en motocarro apareció a su espalda con una gran caja a su nombre y desde ese momento su vida ya no volvería a ser la misma.

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Casi no recordaba la última vez que fui al circo. Quizás aún no había cumplido ocho o nueve años. En aquella ocasión asistí a un espectáculo de malabares y trucos de magia que me abrió los ojos a un mundo de ilusión, pero nada comparable a lo que pude experimentar el sábado pasado. Todo el mundo debería tener la oportunidad de asistir al Circo del Sol al menos una vez en la vida. Kooza es mucho más que un simple espectáculo de contorsionismo, fuerza y equilibrios imposibles.

El argumento de la obra nos presenta a un niño solitario, el inocente, que no encuentra su lugar en el mundo, que no tiene amigos, que intenta hacer volar su cometa y no puede. Un día, como otro cualquiera, su vida tomará un rumbo diferente. Una caja –Koza, en sánscrito- le trasladará a un mundo de color, fantasía y sorpresas, como sucede con el árbol de “Alicia en el país de las maravillas” o el arco iris de “El mago de oz”. El espectador asiste a breves interpretaciones teatrales y música en directo, pero también a otras actuaciones tradicionales del mundo circense como los funambulistas y los trapecistas, sin que falten varios payasos que incordian, hacen reír y hasta roban algún suspiro a los asistentes. Al final de la obra, terminé aplaudiendo con dolor en las mejillas y lágrimas en los ojos a los artistas inclinados ante el respetable. Fue bonito reencontrarse con la infancia más amable a través de Kooza, un relato sobre cómo los vientos se terminan volviendo favorables; una fábula sobre cómo los sueños pueden hacerse realidad.

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p: aquí el enlace a la actuación íntegra en youtube http://www.youtube.com/watch?v=qy6ZgWTwJBY

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Un pensamiento en “«Kooza», o la historia de cómo los sueños pueden hacerse realidad

  1. lo vere cuando pueda y luego te comento algo,pero este espectaculo en directo como el teatro, el auditorio o las actuaciones en directo es algo para vivirlo

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